Hacerca del origen de la palabra Aija, es que esta palabra nace de la fusión de las interjecciones castellanas ¡Ay! y ¡Ja! La explicación es sencilla. Pues, todas las mujeres aijinas, de todos los tiempos y de todas las latitudes, dicen: ¡Ay!, ya cuando sienten alegría, gusto, placer, amor, satisfacción sueño; ya cuando experimentan dolor, tristeza, somnolencia, pereza, impaciencia, odio, envidia, decepción, frío, calor, sed, hambre, cansancio, celos. Mucho aún al subir y bajar, todos los días, por las calles pendientes y resbalozas de esta ciudad, las aijinas menudean a cada paso, con los ayes y mucho más cuando van acompañadas por su señor galán, quien al caminar a su lado, les va picando hasta las costillas con sus románticas y melosas palabras de galantería y les hace coquetear, diciendo: ¡Ay! En cambio, el galán aijino, medio burlón, irónico y sarcástico, frecuentemente, usa la interjección ¡Ja! Así, cuando no oye una orden o cuando no entiende algo también pregunta ¿Ja? Cuando los dos amantes hacen algún chiste, ella dice: ¡Ay!, y se ríe, y él remata: ¡Ja! Luego de la fusión de estas expresiones interjectivas de dulce idilio de los dos tortolitos enamorados con loco amor, nació la palabra Aija, nombre de mi provincia de sólo cuatro letras, donde la “i” ocupa el lugar de la “y”, de acuerdo a la regla gramatical de que la “y” sólo se usa al comienzo y al final de las palabras, por lo que se escribe Aija, término castellanizado, aunque los naturales lo llaman todavía Eja, en quechua, sobre todo los campesinos.
15/5/10
Hipotesis del Profesor Maurilio Mejía Moreno
Hacerca del origen de la palabra Aija, es que esta palabra nace de la fusión de las interjecciones castellanas ¡Ay! y ¡Ja! La explicación es sencilla. Pues, todas las mujeres aijinas, de todos los tiempos y de todas las latitudes, dicen: ¡Ay!, ya cuando sienten alegría, gusto, placer, amor, satisfacción sueño; ya cuando experimentan dolor, tristeza, somnolencia, pereza, impaciencia, odio, envidia, decepción, frío, calor, sed, hambre, cansancio, celos. Mucho aún al subir y bajar, todos los días, por las calles pendientes y resbalozas de esta ciudad, las aijinas menudean a cada paso, con los ayes y mucho más cuando van acompañadas por su señor galán, quien al caminar a su lado, les va picando hasta las costillas con sus románticas y melosas palabras de galantería y les hace coquetear, diciendo: ¡Ay! En cambio, el galán aijino, medio burlón, irónico y sarcástico, frecuentemente, usa la interjección ¡Ja! Así, cuando no oye una orden o cuando no entiende algo también pregunta ¿Ja? Cuando los dos amantes hacen algún chiste, ella dice: ¡Ay!, y se ríe, y él remata: ¡Ja! Luego de la fusión de estas expresiones interjectivas de dulce idilio de los dos tortolitos enamorados con loco amor, nació la palabra Aija, nombre de mi provincia de sólo cuatro letras, donde la “i” ocupa el lugar de la “y”, de acuerdo a la regla gramatical de que la “y” sólo se usa al comienzo y al final de las palabras, por lo que se escribe Aija, término castellanizado, aunque los naturales lo llaman todavía Eja, en quechua, sobre todo los campesinos.
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